Los Cuentos de Mamá. Poema y Relato

Madre: cuéntame un cuento de esos que se relatan
de un curioso enanito o de una audaz sirena;
tantos que de los genios maravillosos tratan.
Esas lindas historias que conoces. ¡Sé buena!


Dime de caballeros que a princesas rescatan
del dominio de monstruos -dragón, buitre, ballena-;
donde nadie se muere y los hombres no matan,
historias en países que no saben de pena.

Cuéntame un cuento, madre, que me quiero dormir
escuchando tu voz, asido de tu mano;
como Hansel y Gretel, seré en sueños tu hermano,
aunque en sonda andaremos tras de la misma senda
y escribiremos juntos nuestra propia leyenda,
y, tal vez, como chicos, dejarás de sufrir.


Cuentos para Marina


Marina siempre deseaba que le contara uno o dos cuentos antes de dormir. Tenía todos los videos de los personajes clásicos que veía miles de veces, repetidos. A veces incluso les quitaba el sonido, y ella doblaba los diálogos haciendo diferentes voces. Sus abuelas, Ana y Juana, y sus tías, Mari y Alicia, también le contaban o leían cuentos cuando estaban con ella (y la querida Asunción que la cuidaba cuando yo me iba a trabajar a la escuela).

Pero Marina, en eso como en tantas cosas por las que se sentia atraída, era insaciable.
-“Mamá, cuéntame un cuento…de ésos en los que las niñas son las que luchan y ganan”.

Yo, madre novata, pensé que debía equilibrar un poco tanto príncipe azul y tanta niña desgraciada, y mis cuentos eran justo lo contrario de esas bonitas historias eternas.
En esas noches, nacieron niñas que salvaban la vida del bello durmiente o siete enanitas cuya casa limpiaba un joven moreno y cantarín… Más adelante, llegaron las heroínas que viajaban por el aire para combatir los injustos dibujos japoneses o las piratas que vivían sin hombres todo el año.
Mis historias no eran muy elaboradas pero, lo que me divertía, era pasarme al lado opuesto de Cenicienta. Marina, por su parte, no se hacía ningún lío y escuchaba todo con atención, eso sí, corrigiendo lo que no le gustaba e interviniendo en la historia para “mejorarla”.
Tendría cinco ó seis años cuando, una noche que estaba yo agotada y sin una pizca de imaginación, al ir a coger un cuento de su estantería para leerle algo sin pensar, me dijo:
“- No, mami, cuéntame un cuento de ésos en los que las niñas son las que ganan”.
No sé si a ella todo aquel ejercicio que yo hice durante su primera infancia le ha servido de algo. Pero a mí, esa frase suya me hizo feliz y me comí una perdiz.(Adaptación)

3 comentarios:

Marina dijo...

Y Marina se hizo grande y se hizo fuerte. No se dió por vencida esperando al Príncipe Azul, ni perdía el tiempo limpiando, ya que sabía que algún chico lo haría por ella; ni se perdió en el bosque, porque tenía muy buen sentido de la orientación; ni la atrapó la bruja, porque Marina le pinchó el palo de la escoba.
Marina nunca fué una niña "típica" ¡porque jugaba a que las barbies fabricaban cocinas! y porque siempre se quedó esperando aquel juego de mecánica la mañana de Reyes, pero es cierto que nunca tuvo una "típica" mamá.
Si algo no me enseñó mi Madre fue una barrera, un imposible, un miedo.
Terminando la historia con la primera frase que aprendí a leer: Yo Amo a Mi Mamá

Ana Galindo dijo...

Tu madre se siente muy orgullosa de ti.

SOFÍA dijo...

Me identifico con vuestras letras.
Gracias, Me encantó leeros.
UN GRAN ABRAZO ANA Y MARINA